domingo, 27 de junio de 2010

La ciudad de los lagos

Por cosas del amor y el destino aterricé en un lugar bastante al sur del continente, hablo de destino porque nunca tuve en mis planes emprender este viaje a un sitio llamado Bariloche que solo identificaba por el nombre pero no por su historia, belleza, y montañas; no conocía sus paisajes y mucho menos que sus bosques inspiraron a Walt Disney para crear la Isla de la Fantasía, según dicen con orgullo sus habitantes.
San Carlos de Bariloche es conocido por ser un centro vacacional de invierno donde se puede esquiar y disfrutar de la nieve sin necesidad de ir a los Alpes suizos o a Aspen, Colorado. Además de tener un Centro internacional de esquí justo al lado de la Cordillera de los Andes (algo impensado para quiénes venimos de una región ecuatorial donde no se dan estaciones) tiene también en el verano una gran afluencia de turistas debido a su belleza en los paisajes y a la posibilidad de explorarlos. Mi viaje fue en otoño.
Lo primero que hice y recomiendo cuando lleguen a Bariloche es dar un paseo por la costanera de la ciudad, donde puede verse en toda su majestuosidad el lago Nahuel Huapi, el más grande de la región cuyo nombre, que significa "isla del yaguar", se debe a la comunicad mapuche que habita en esta parte del continente. Mientras caminas viendo el azul intenso del lago y sacándote las respectivas fotografías para la posteridad puedes ver al otro lado la ciudad con su arquitectura y entorno de naturaleza única.
Hotel Llao Llao
Es difícil decidir qué hacer con tantos lugares para visitar y tantas actividades por hacer. El primer trayecto que emprendimos fue el clásico Circuito Chico, un recorrido lleno de belleza pues apenas empezamos a avanzar en el viejo Fiat 147 que nos transportaba no podía dejar de contemplar los llamados Bungalows o cabañas, utilizadas como alojamiento o moradas de descanso por los turistas; estas bellas construcciones de madera con formas piramidales son algo característico del lugar al igual que sus lagos, hoteles de lujo (especialmente el famoso Llao Llao), montañas de nieves perpetuas y paisajes teñidos por el color dorado propio del otoño.

El recorrido de este primer día de actividad lo terminamos a bordo de una aerosilla que por una tarifa de 25 pesos argentinos (unos 7 dólares) nos llevó rumbo a lo más alto de los 1050 metros de Cerro Campanario donde la vista, amigas y amigos, es de las cosas que no se pueden perder los visitantes, pues desde allí la panorámica es espléndida hacia cualquiera de los cuatro puntos cardinales llenos de cordilleras y lagos sin fin.

1 comentario:

  1. Que bueno ver todos esos paisajes, y antojarse de Bariloche... muy chevere

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