miércoles, 2 de octubre de 2019

La ciudad del mar


La mayoría hemos soñado con visitar alguna vez Río de Janeiro: playas, música, alegría y ambiente festivo son ese imán que atrae la atención de miles de turistas alrededor del mundo a conocer “a cidade maravilhosa”. Mi turno se presentó después de mediados de año cuando aún es temporada baja (si acaso existe ese término en una ciudad como Río). Iba de paso por algunos días así que había que aprovechar el tiempo al máximo.

Tan pronto mi vuelo aterrizó y llegué al hotel salí adonde todos queremos ir. Sí, a la playa. Cuatro cuadras me separaban de las famosas y reconocidas arenas de Copacabana que para mi sorpresa no se encontraban muy concurrida de turistas; la hora ya tardía y el paso de un evento que estaban desmontando hizo que confluyéramos en el mar solo unos jóvenes haciendo surf y pequeños grupos repartidos por sus amplias playas. Luego de mi primer contacto con el mar y las olas llegaron también los primeros amigos, una pareja que me solicitaba tomarle algunas fotos para sus redes sociales. Después de hablar y compartir los típicos caipiriñas o caipirinhas quedamos en recorrer la ciudad al día siguiente visitando los lugares más emblemáticos.



Allá vamos. El Cristo Redentor es paso casi obligado para la foto de brazos abiertos. Subimos en colectivo turistas de varios países: India, Bolivia, Argentina y Colombia; luego de descender del vehículo y hacer el respectivo registro se puede subir en ascensor o caminando, optamos por la segunda opción y caminamos menos de 10 minutos por las escaleras que llevan a la cima. Sí amigas y amigos, ahí estaba uno de los lugares más conocidos y concurridos del planeta, la vista desde este lugar (Cerro del Corcovado) es impresionante y puede verse la ciudad con sus playas en pleno esplendor. Después de pasar un tiempo en el sitio, caminar por los diversos miradores, contemplar la ciudad del mar y ver el Cristo desde todos los ángulos era la hora del descenso.



El día siguiente continuó la inolvidable travesía visitando uno de los monumentos naturales más emblemáticos de Río, Pan de Azúcar o Pão de Açucar, un lugar que ofrece una deslumbrante panorámica que nadie se debería perder. La vista y la emoción ya se empiezan a percibir desde que vas en el teleférico en un trayecto corto que te lleva hasta la cima. Ya el lector se imaginará los adjetivos que describen lo que se visualiza desde el lugar, el mar siempre presente en Río deja ver toda su belleza desde allí



Con un amigo brasileño que conocí en Pan de Azúcar quedamos de encontrarnos en la noche cerca a la playa de Ipanema para recorrer un poco la ciudad y nada mejor para comenzar que cenando el plato típico del país, la famosa feijoada (frijolada). Después caminamos un poco entre la playa y esos lugares alegres que dan vida al lugar evocando las mágicas noches de Río que quedan para el recuerdo de quien tiene la oportunidad de estar ahí. Uno de esos sitios fue el mítico bar Garota de Ipanema (nombre de la canción del compositor Tom Jobin), quien además de la reconocida canción que da nombre al lugar, compuso la melodía Aguas de Março, elegida como la mejor canción brasileña de todos los tiempos por periodistas y artistas de ese país.

La premura del tiempo hizo que mi paso por el Maracaná fuese rápido, dejando para otra ocasión mi presencia en el clásico Flamengo vs Fluminense (Fla-Flu); de igual manera, un rápido tour incluye una visita al Sambódromo y a la Catedral de Río de Janeiro. Quedan muchas calles por recorrer, playas por visitar y lugares por vivir. Para quien quiera internarse en este lugar la visita a la cidade maravilhosa debe ser larga y única.